Viernes 25 de noviembre, Día Internacional para la erradicación de la violencia contra las mujeres. Tal y como indicamos ayer, Emakunde ha lanzado su campaña anual, esta vez bajo el lema: “¿Qué NO quieres entender? Solo sí es sí”.

Además de promover su campaña, en esta ocasión os queremos dejar nuevamente con una reflexión sobre todo lo que el 25N involucra.

Hoy es un día señalado en el calendario, en el cual, se reivindica la lucha contra la eliminación de la violencia contra la mujer. Día en el que se visibiliza la violencia y sumisión a la que esta se encuentra sometida. Invitando a la sociedad a la reflexión y movilización en todas las localidades. Legitimando la lucha por la libertad e igualdad de trato y oportunidades entre mujeres y hombres. 




Solo sí es sí 25N


No hay que olvidar que la violencia ejercida contra las mujeres sigue siendo uno de los problemas más graves de nuestra sociedad. Es la peor de las manifestaciones de las desigualdades. La manera más desproporcionada de ponerlas en práctica, pues no reconoce los derechos de las mujeres que la sufren, no acepta ni valora las diferencias de los sexos. Generalmente, se encuentra ligada a los patrones de masculinidad imperantes. A la forma de relacionarse los varones con las diferencias y se manifiesta en muy diversos ámbitos de la sociedad.

Esta situación de desigualdad por parte de las mujeres viene en buena parte explicada por la existencia de estereotipos de género profundamente arraigados en nuestra sociedad. Hoy en día, todavía siguen vigentes creencias estereotipadas –mayoritariamente sexistas y retrógradas- acerca del trabajo de mujeres y hombres. Consecuencia de los diferentes roles que uno y otro sexo desempeñan en la sociedad.

Sin embargo, nos olvidamos de que esta violencia se encuentra, en muchos hogares, en la vida cotidiana de la mujer cada día del año. Naturalizada y ocultada bajo unos estigmas sociales condicionados por el poder y la sumisión. Irrecusablemente, esta violencia tiene consecuencias negativas para la mujer que pasan desapercibidas en la sociedad. Incidiendo en la forma de vida y actividades de la vida cotidiana que las mujeres dejan de hacer por miedo o temor. Por ejemplo, el abandonando su inserción al mundo laboral, renunciando a la participación en áreas sociales, o reduciendo su autonomía, disminuyendo así su calidad de vida. 

La familia, los medios de comunicación y la escuela son los principales espacios de socialización en los que se aprenden e interiorizan los roles masculinos y femeninos, y, por ende, las desigualdades. Por esta razón, como sociedad, tenemos un papel imprescindible en el cambio. Pese haber logrado avanzar en la lucha y movimiento por la igualdad, aún nos queda un largo camino por recorrer. Un camino para alcanzar el objetivo de que mujeres y hombres seamos tratados en igualdad de condiciones, y consigamos, al fin, una igualdad real en la sociedad. 

De esta manera, entenderemos que la violencia no tiene cabida, y que aquellas mujeres que la han sufrido, y han podido vivir para contarlo, no solo son víctimas, si no también supervivientes, logrando salir adelante con su fuerza y resiliencia.